miércoles, 8 de junio de 2011

Literatura y vanguardia en Hispanoamérica

Destacados académicos chilenos disertaron sobre temas vinculados a la marginalidad en la literatura y las publicaciones de vanguardia

La situación de los escritores que realizaron su trabajo al margen de la institución literaria ha sido frecuente en Hispanoamérica, sobre todo en poesía. Una de las razones de este distanciamiento es la manifestación de un carácter particular que suscita en un escritor una voluntad de alejamiento del ámbito cultural oficial, como es el caso, por ejemplo, del narrador uruguayo Juan Carlos Onetti, quien fue marginal en muchos aspectos.

Así lo señaló el poeta Pedro Lastra –Profesor Emérito de la Universidad Stony Brook, del Estado de Nueva York–, quien añadió una circunstancia adicional, más importante aún: el trabajo de avanzada de estos escritores no coincidía con el sistema de preferencias imperantes en ese momento determinado de su vida. Así, el horizonte de expectativa del lector no podía asumir esa novedad, excedido por el nuevo código.

En el caso peruano puso como ejemplo a José María Eguren, quien publicó su primer libro, Simbólicas, en 1911 y cayó en un vacío casi total ante un sistema de preferencias marcado por las manifestaciones naturalistas, realistas y modernistas. “Luego de la muerte de Eguren, en 1942, se han impuesto otros sistemas y su poesía empieza a ser considerada como absolutamente válida y de la marginalidad pasa a una especie de centralidad”, señala. Lo mismo vale, agrega, para La casa de cartón de Martín Adán, que de un rechazo inicial, ha pasado a formar parte central de la literatura peruana a partir del siglo XX.

Respecto de escritores de otras latitudes, el también miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua subrayó el caso de Álvaro Yáñez Bianchi, pseudónimo de Juan Emar, quien publicó en los años treinta, tres novelas y un libro de cuentos, que “suscitaron tanto rechazo que lo obligaron a marginarse, se encerró a escribir una obra enorme que solo se ha publicado en 1996”, anota. Ahora la narrativa chilena es impensable sin su aporte.

Otro caso especial de fue el del poeta peruano Raúl Deustua, autor de un breve texto, Arquitectura del poema (1955), que cayó prácticamente en el olvido durante años. Sin embargo, señala Lastra, en su momento Mario Vargas Llosa, Abelardo Oquendo y Mirko Lauer se dieron cuenta de la importancia de sus poemas, pues Deustua se fue del Perú y no volvió más. Algunos años antes de su muerte, en Roma, se reunieron los poemas que mandaba y se publicaron en 1997, por la PUCP, bajo el título de Un mar apenas. “Su libro es una revelación, ahí hay un caso de marginal absoluto, y aun en estos momentos Deustua no tiene la repercusión que debiera”, indica Lastra.

Asimismo, mencionó el caso del poeta colombiano Aurelio Arturo (1906-1974), cuya obra constituye un verdadero magisterio para los poetas actuales. “Se trata de un escritor absolutamente marginal, que nunca quiso ni estuvo buscando publicidad, su único libro –Morada al Sur (1963)– solo era apreciado por los poetas, que sí se daban cuenta de lo que había ahí, pero públicamente era un escritor inexistente”. Ahora, dice Lastra, no hay antología hispanoamericana en la que no aparezca Aurelio Arturo, “se produce ese paso de la marginalidad a una centralidad”.

El académico chileno precisó que en esta actitud de marginación no puede culparse ni a los historiadores ni a los antólogos porque no actúan con mala voluntad. “Ellos mismos (los escritores) se habían negado a publicar, habían evitado su participación en la institución literaria. Los ejemplos abundan y ocurre en muchos países”, concluyó.

Pedro Lastra dictó, el 9 de julio de 2009, la conferencia “Poesía y marginalidad”, en el Instituto Raúl Porras Barrenechea.


Publicaciones de vanguardia

A su turno, Patricio Lizama experto en vanguardia hispanoamericana y novela chilena, específicamente del autor Juan Emar señaló que en su país se conocen muy poco las revistas de la vanguardia chilena del primer tercio del siglo XX. Agrega que se mencionan de pasada, existen escasos estudios sobre ellas y son muy interesantes para complejizar todo lo que ocurría en el campo cultural chileno de la época, todo lo cual lo motivó a presentar un proyecto de investigación Fondecyt, proyecto que comenzó el 2009.

“Esta investigación está enfocada, en las revistas de los años 20 al 30, en Santiago y provincias, a cargo de universitarios relacionados con la bohemia y grupos anarquistas, profesores, intelectuales cosmopolitas y grupos autónomos”, comenta.


Entre estas revistas podemos destacar Claridad –donde escriben Neruda y Rojas Jiménez–, Nuevos Rumbos, Andamios, Nguillatún, que sale en Valparaíso y Dínamo que aparece en Concepción dirigida por Pablo de Rokha. “Se trata de estudiar la poesía y los textos programáticos publicados en las revistas, analizar la trama de intelectuales, posiciones, estrategias individuales y colectivas, establecer los presupuestos estéticos e ideológicos y las polémicas que enfrentaron estos intelectuales”.


En cuanto a las similitudes que encuentra entre la vanguardia peruana y la chilena, Lizama considera que, en general, la vanguardia hispanoamericana se interesa por la vanguardia europea y difunde, y a la vez apropia, todo ese conjunto del espíritu nuevo. “En ese sentido, el trabajo de José Carlos Mariátegui con la revista Amauta es equivalente al que hace el grupo de Oliverio Girondo con la revista Martín Fierro o el grupo chileno de las Notas de Arte de Juan Emar”. Son años de trabajo de difusión de la pintura, de la arquitectura, de la literatura europea y de vínculos muy fluidos entre los escritores latinoamericanos

Otra similitud que hallamos en estos intelectuales latinoamericanos es su preocupación por dar cuenta de los problemas del campo cultural de cada uno de esos países, en especial el de la autonomía, generar espacio a los nuevos creadores y disputar por las definiciones acerca del arte. Asimismo, harán propias las propuestas extranjeras más renovadoras sin que esto signifique una recepción pasiva sino una rearticulación a partir de lo que ellos consideran como más novedoso, rearticulación que pasa siempre por las problemáticas locales y los fenómenos culturales propios de cada país; de modo que a pesar del sustrato común también se advierten diferencias que son propias de las distintas zonas culturales latinoamericanas, precisó.

Patricio Lizama presentó la conferencia “La vanguardia chilena: revistas, escritores y vínculos internacionales” el 8 de julio de 2009 en el Instituto Raúl Porras Barrenechea.


Humanidades y mundo globalizado

Consultado sobre la preponderancia de los estudios de humanidades en la currícula académica, el crítico chileno señaló que, en el caso universitario, “las carreras de humanidades siempre están en un terreno menor en cuanto a la difusión de su conocimiento, y en cuanto a la investigación y sus presupuestos”.

Citó como ejemplo el caso de Europa, donde estas carreras tienen cada vez menos años de estudio, lo cual se ha generalizado y se ha empezado a extender hacia los países latinoamericanos, dijo.

Respecto de la educación básica, el profesor Lizama consideró que en esta era de desarrollo tecnológico, el espacio de la lectura es cada vez menor pues los estudiantes tienen una cierta o creciente dificultad para realizarla, además de que el manejo del idioma tiende a decaer y ser muy impreciso.

“Si bien son muy hábiles en decodificar, el mensaje es más bien visual que escrito. Uno pensaría, entonces, que hay una enorme tarea por parte de las universidades en cuanto a formar profesores de Literatura que puedan desarrollar este conocimiento, adhesión y esta necesidad de la lectura en sus distintas manifestaciones”, concluyó.






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